domingo, 26 de agosto de 2012

Ya queda poco

Sea por inquietud o hartazgo, cuando uno decide que lo deja todo para tomarse un año sabático no es consciente de lo que se le viene encima. O, por lo menos, así ha sido en nuestro caso.
Hace ya tiempo que tomamos la decisión de romper con la rutina y salir a ver mundo. Algo se nos removió durante un viaje a Nueva Zelanda. El día a día, el trabajo y el «siempre lo mismo» empezaron a pesar demasiado. Hasta que la idea loca (o no) de cambiar algo se nos pasó por la cabeza. Y ese mismo día, «despertamos». Cogemos el avión el 20 de septiembre, pero ese mismo día empezó ya nuestro viaje.
Todo pasó a un segundo plano. De repente, las guías, los bancos, las vacunas, los seguros, las mosquiteras, la malaria, las ratas… se convirtieron en lo más importante. Hemos pasado horas y más horas delante del ordenador, decidiendo qué países íbamos a visitar, leyendo blogs, haciendo cálculos, estudiando climas, haciéndonos adictos a «Españoles en el mundo» y «Callejeros viajeros», pensando en el mejor momento para decírselo a la familia (no existe ese momento), en cómo decírselo al jefe. Y un millón (en serio) de cosas más.
Esta primera parte está a punto de llegar a su fin. Es imposible planearlo todo, no olvidarte de nada. Y llega un momento en el que el cerebro dice: «Basta, tienes lo más importante resuelto, podrías largarte mañana.»
Ahora empieza la segunda: tres semanas en las que esa bolita en el estómago que mezcla nervios, miedos y ganas de que empiece ya se hará cada vez más grande, tres semanas de despedidas (padres, abuelos, hermanos, tíos, primos, amigos, vecinos, conocidos…). De repente, quieres despedirte de todo el mundo y de hacer acopio de besos y abrazos. En principio te vas para mucho tiempo, y el «hasta la próxima» queda muy lejos. Así que aquí estamos, de comilona en comilona y no sabéis cuánto os lo agradecemos (que nos hagáis hueco para despedirnos y que estéis aguantando como campeones nuestros monólogos monotema).
Pero a pesar de las listas, los trámites, los nervios, los «y si» y el «y a la vuelta ¿qué?», nos compensa. Nos compensa saber que vamos a intentar cumplir este sueño, que vamos a llenarnos de nuevos paisajes, nuevas experiencias, otras tradiciones. Y nos anima saber que, de alguna manera, al otro lado de esa ventana, «los nuestros» van a estar ahí, intentándolo con nosotros.
Nos vamos el 20 de septiembre, ¿lo tenéis todo listo?
FD.