martes, 16 de julio de 2013

Día 287. Tailandia. Segunda parte: Chiang Rai – Chiang Mai – Pai con Moon

El día que salimos de Laos conocimos a Moon. Un enfermero koreano de treinta y dos años que andaba viajando durante unas semanas por el Sudeste asiático. Al principio no nos hicimos mucho caso, era muy temprano e íbamos embutidos en un minbús con quince locales, pero acabamos haciendo muy buenas migas en  la frontera y viajamos con él durante una semana por el norte de Tailandia.  



Tenemos que reconocer que con Tailandia nos equivocamos. Llegamos a Bangkok y nos gustó tan poco que pensamos que todo el país iba a ser igual. Luego nos enamoramos de Ko Tao y ya nos fuimos hacia Camboya, donde nos enamoramos aún más. Ahora que llevamos más de diez días por el norte, tenemos que decir que Tailandia también es muy bonita. Quizás el hecho de que esté más desarrollada que el resto de países vecinos le quita un poco de encanto (hay más turistas, las carreteras son espectaculares y puedes comer hamburguesas con papas fritas en cualquier rincón del país), pero en el norte aún hay escondrijos tranquilos, alejados de las masas y con paisajes en los que estarías fotografiando cada cinco metros.


Nuestra primera parada fue Chiang Rai, aquí nos alojamos en un hostel que se ha colocado entre los primeros puestos de la lista de «Hoteles cutres» de este viaje: sábanas usadas, un ciempiés en la pila del baño, una lagartija enorme en la ventana y pelitos en el desagüe. Eso sí, el más económico que hemos pagado hasta el momento.

La ciudad de Chiang Rai no nos pareció muy bonita, pero en ella puedes hacer de todo: desde aprender a dar masajes hasta un curso de cocina, retiros de meditación, yoga… Aun así, nosotros optamos por alquilar una moto y visitar los alrededores. Empezamos por el White Temple, un templo completamente blanco y muy surrealista. Su interior lo comparten una pintura bastante grande de buda y decenas de dibujos de todo tipo: está Doraemon, Hello Kitty, un habitante de Avatar, Michael Jackson, Harry Potter, las Torres Gemelas en llamas, Freddy Krueger, Neo y un sinfín de personajes más. Tenemos que decir que el día que visitamos este templo nos dimos cuenta de que la mitad de España ya había cogido vacaciones y estaba en Tailandia. En casi diez meses de viaje nos habíamos encontrado a unos nueve españoles; ese día, en ese templo, por lo menos había quince. Y no es que nos vayamos buscando, es que se nos oye a la legua… :)))


 



Un templo un poco raro
 Seguimos avanzando hacia el norte hasta llegar a Mae Sai, la frontera con Myanmar. Paseamos por el mercado y vimos la variedad de productos y la mezcla de gente que hay en esta zona límite tan particular. Particular para nosotros porque las fronteras nos suelen generar rechazo, nos parecen lugares grises, hostiles, pero ésta la encontramos incluso acogedora. Quizás fue el mercado, lleno de mil y un productos diferentes (comida, graciosísimas fundas para el móvil, navajas machete, millones de gafas de sol, cojines, pijamas, prismáticos…), las abuelitas que, sonrientes, vendían cacahuetes, las túnicas y los sombreritos que entraban a Tailandia o a lo mejor fue el restaurante que encontramos, una de las comidas Tailandesas más ricas que hemos probado. 



Que un tipo nos ofreciera heroína de estrangis nos recordó que ya llevábamos demasiadas horas pululando por ahí, así que agarramos las motos y nos fuimos hasta el Golden Triangle: el punto desde el que puedes ver Laos y Myanmar con los pies en Tailandia. Los paisajes por toda esta zona son muy bonitos: llanuras verdes, campos de arroz y alguna que otra palmera que se eleva en medio de la nada. Cuando ya empezamos a estar cansados de tanta carretera, volvimos a Chiang Rai y cenamos de nuevo en el mercado nocturno: decenas de paradas con tempura de verdura, pinchos, gambas, calamares, tripas de pescado y riquísimos batidos.






De Chiang Rai nos fuimos a Chiang Mai, su hermana mayor: más grande, igual de turística y con el mercado nocturno más gigante que hemos pisado. Los domingos por la noche cierran al tráfico las principales arterias del casco antiguo y montan un mercadillo enorme. Estuvimos paseando entre las paradas durante unas dos horas y media y  sólo seguimos la calle principal, no nos atrevimos a adentrarnos por ninguna callejuela por miedo a gastarnos el presupuesto que nos queda para el resto del viaje :)))) En el Sunday Market puedes encontrar absolutamente de todo: bonito, barato y, a nuestros ojos, de mejor calidad que en muchos otros mercadillos del país. 




Empezamos con un koreano y acabamos con cuatro
Bebiendo cosas koreanas

En esta ciudad también aprovechamos para hacer un curso de cocina. Nos enfundamos el delantal y empezamos a dar mamporros con el mortero. Cocinamos muchísimos platos y no es por nada, pero nos quedaron muy ricos. Así que a la vuelta nos podréis pedir sopa con leche de  coco, pad thai, noodles con anacardos, curry verde y curry rojo, rollitos de primavera y mango con arroz. ¡Qué gran festín!













Otro de los motivos para visitar Chiang Mai era que desde allí puedes desplazarte hasta Pai, un pueblo que muchos viajeros nos habían recomendado. Hasta allí viajamos con Moon y dos chicas también koreanas: Mimi y Min. Nuestra primera impresión fue la de encontrarnos en Kao San Road pero a pequeña escala. Por suerte, a medida que nos fuimos alejando del centro, la sensación se disipó y sólo encontramos tranquilidad. Es cierto que es un pueblo muy turístico, pero también lo es que absorbe el turismo muy bien. Una vez más, quisimos alquilar una moto para ver los alrededores: cascadas, termas, montañas. Todo precioso, pero no tuvimos demasiada suerte. La lluvia nos estuvo persiguiendo todo el día.







Nos despedimos del norte de Tailandia, de Moon y de las chicas. Nuestros últimos días en este país los queríamos pasar por la zona centro. Allí nos esperan Sukhothai,  Ayutthaya, y sus muchísimos templos. Y un día y medio en Bangkok, de nuevo, antes de volar a Singapur.



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