Nuestro templo favorito en Angkor, el de las mil caras |
Tardamos un total de nueve horas para ir desde Bangkok hasta Siem Reap, lo cual no está nada mal. A las cinco de la mañana salimos del hotel y agarramos un taxi que nos dejó en la estación de trenes. Por poco más de un euro, y aproximadamente cinco horas después, el tren nos iba a dejar en Aranyaprathet. El viaje fue asombroso. Pocos turistas (unos seis) decidimos ir hasta la frontera en un tren de tercera, con bancos de madera y ventiladores colgando del techo. Pero, de nuevo, el viaje fue asombroso: por el paisaje rural tailandés, las vendedoras ambulantes, las veinte señoras que subieron tras comprar en el mercado del pueblo de al lado y el buen señor que no dejaba de interesarse por la procedencia y la comodidad de todos los foráneos.
Con los pies en Aranyaprathet, agarramos un tuk-tuk hasta la frontera, donde debíamos sellar el pasaporte para poder salir de Tailandia. Lo llevábamos todo muy claro y estudiado, así que cuando nos vimos delante de la tienda de los compis del tuktukero, empezamos a olernos el percal. “Aquí, aquí, para el visado, aquí. Entrad, entrad.” Nosotros, como quien oye llover, agarramos las mochilas y nos piramos. Siempre con un “No, thank you”, por supuesto. Llegamos a las oficinas tailandesas y en cinco minutos ya estábamos yendo hacia Camboya. Como decíamos, uno ya no se fía ni de su sombra, por eso a todo aquel que nos indicaba hacia adónde teníamos que ir lo mirábamos con cara de “¿seguro?”.
Y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos en Camboya. Ahora sólo quedaba llegar hasta Siem Reap. Por suerte, coincidimos con dos chicos alemanes majísimos y compartimos un taxi.
En el mercado nocturno de Siem Reap |
Barbacoa khmer, con cocodrilo incluido |
Siem Reap nos recibió con lluvia, un diluvio universal que duró sólo veinte minutos. Los siguientes días hizo tanto sol que nos salieron hasta ampollas. El principal reclamo de la ciudad, y del país, son los templos de Angkor, con dos millones de visitas cada año. Y no es para menos. Estas construcciones religiosas son impresionantes, datan de los siglos IX d.C al XV d.C y han sobrevivido a la masacre de los Jemeres Rojos y la guerra con sus vecinos vietnamitas.
Pierna de Débora llena de ampollitas |
Pasamos tres días recorriendo en bici la mayoría de los templos. Os podríamos volcar aquí todos los datos históricos que se pueden encontrar en las guías y en internet, pero preferimos colgar algunas de nuestras cuatrocientas fotos para que veáis todo lo que los textos no dicen.
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